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Querer gritar a tu yo de hace tres años y saber que tu yo de hace tres años te gritaría a ti.
Conclusión: la decadencia es eterna. Solo cambian las cosas que decaen.

Hace tres años, creía que la decadencia venía de no ser como los demás. Y decidí que hasta ahí había llegado. Claro, había que integrarse. Aunque cuando lo intentase me mintiera a mí misma, como dicen los poetas. Qué mal era todo. Burbuja llena de aire nauseabundo.

Ahora, los libros de acumulan y yo no los leo. Al igual que no escribo las cosas por escribir. Ilusión pasajera de todo y responsabilidades que me creo yo sola. Y maldito bachillerato. Qué mal es todo.  Tengo que salir de esta burbuja de aire

nauseabundo.

¿Lo entendéis, verdad? Parece que nunca seré feliz, mientras procastino por no serlo y los domingos a las diez de la noche lloro mi irresponsabilidad de todos los fines de semana. El lunes por la mañana me digo que voy a arreglarlo todo y siempre llego a clase de solfeo con el mismo mohín del impotente.

Problemas del primer mundo: esperar mucho de ti después de haberte decepcionado mil veces. Y luego haz caso a los post de ánimo en Tumblr. Enamórate de ti, sí. Pues mis disculpas,  pero hasta que no me merezca mi perdón no me lo daré.

Pero después está el querer o no cambiar la vida de rogar perdones. Claro. Con lo bonito que es ver cargar una etiqueta una vez y otra mientras te mueres de amor ante los etiquetados.  Mientras tenga entradas sobre Virginia,  que le den a filosofía.

A lo mejor podría tener filosofía y morir de amor por  Virginia, y sentirme realizada. Qué bonito sería eso. Pero qué miedo me da averiguarlo.

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