El del laúd roto

Aún no he aprendido su nombre. Cada vez lo pienso de una manera. Es Kivot cuando lo leo rápido. Si me paro un segundo más, es Couoz. Pero nunca llega a sonar de una manera que me complazca del todo, porque sé que su nombre no es como yo lo pronuncio.  Su nombre está en los bolsillos de su capa y en los libros archivados. Vuela con el viento como Tarbolin el Grande y se posa en los tejados.  Nunca está en tu boca el tiempo suficiente para recordarlo, pero sí para saber que lo que dices no es como debería ser dicho.

Los únicos nombres que sé pronunciar no son su verdadero nombre. 

Por otra parte, él no es tan idiota como para decirle su nombre a nadie.
La historia de Kvothe es hermosa. No bonita. No infantil. No feliz. Es hermosa, como una tormenta de rayos nocturna que hace a todo el mundo apagar la electricidad en casa y mirar por la ventana con sobrecogimiento. Hermosa, porque recuerda que el hombre es el hombre y sus circunstancias.

Kvothe es ese personaje que va en contra a la racionalidad como si le pagaran por ello. Así que a veces acaba con veinte puntos de sutura, a veces no, y a veces acaba con veinte puntos de sutura y está feliz por estar cosido porque ha conseguido otras cosas que quería a costa de tener veinte puntos de sutura. Pero es listo, el maldito. A veces dan ganas de pegarle, pero se hace querer. Y también sufre y dan ganas de darle abrazos. O pasteles de carne.

Luego está la gente a la que quieres sin reservas. Abenthy, Wilem, Simmon, Fela, Devi, Auri. Denna. Therpe, y el Maer.
Pero mi favorito es Elodin. No voy a decir los motivos: ya los descubriréis si leéis los libros. Si los habéis leído, también podéis pensar que es un loco sin remedio.

También hay antagonistas, y los hay de todas las formas. Los detestables y los malvados reales. Los que parecen malos y luego no lo son. 
Y de ellos diré una cosa y nada más. AMBROSE, GOLPE DE REMO.


Ya tenemos personajes interesantes y una historia hermosa.
Solo nos queda un punto. La narración.
Y Rothfuss sabe donde poner cada palabra. La manera en la que relata la música acabó por ganarme, al igual que lo hizo Rachel Hartman en Seraphina. Y los pequeños adelantos están donde deben estar.

Si aún no os convence, añadiré que me atrapó sutil pero irreversiblemente. Me leí los dos libros en menos de un mes. Sí, leo rápido, y sí, era verano, pero también leí el primero en el viaje de estudios y el segundo, entre este y un Campus Científico. Y os prometo que no dejé de socializar. Para que os hagáis una idea. 


Si os gusta la fantasía, os va a gustar. Si os gustó Harry Potter, os va a gustar. Si no os gusto Harry Potter, también. Si os gusta la acción y si os gustan las aventuras, os enamoraréis.
Si solo leéis a Blue Jeans, no os va a gustar tanto. Podréis pensar que es hasta desagradable y podréis elegir volver  al romance. Aunque aquí también tenemos de eso. Y una cantidad importante.
(Y también hay otras cosas. Insertese emoticono de luna de Whatsapp.)

Kvothe resume su historia nombrando sus hazañas. Ferulian. La Universidad. Pero su historia no es Ferulian. Su historia no se resume en el Asesino de Reyes. 

Su historia es la historia del niño del laúd roto. Ese niño que se escondía en los bosques. Ese niño que no quería querer a Denna. Ese niño que clamaba a los vientos y, misteriosamente,  era escuchado.

(Ilustración perteneciente a Nate Taylor)

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